Descripción
El doloroso descubrimiento de sí mismo es para el adolescente un drama más hondo, si cabe, que el descubrimiento de cuanto le rodea, porque por primera vez se siente protagonista y creador de una novela, que es la suya y que no le gusta. En las páginas de Edad prohibida vivimos este drama, que no ha de ser forzosamente –y perdónesenos la paradoja– dramático. Los personajes son niños, son adolescentes, son hombres y mujeres que estrenan la angustia y la alegría de la primera ilusión, el primer desengaño. Todo es nimio, todo es intrascendente. Pero en este devenir de los años mozos se recogen las semillas que han de marcar luego, y para siempre, el destino de los hombres y las mujeres. El autor ha hecho una obra difícil, porque su trascendencia crece, como el árbol de la semilla, de minúsculos aconteceres que llevan al lector, insensiblemente, hacia los años de su propia adolescencia.