Descripción
Nina abrió los ojos y se desperezó largamente. Los cerrados postigos dejaban en la penumbra el cuarto, pero a través de las rendijas se filtraban los rayos del sol, un sol radiante que, lamiendo el suelo, se quebraba sobre las blancas sábanas del lecho y venía a besar las mejillas de Nina como en una cálida, graciosa salutación.