Descripción
Hace unos meses, en un acto público, un juez del Supremo tuvo la amabilidad de informarme, como a uno de un grupo de alrededor de cienco cincuenta hombres y mujeres que no trabajaban bajo sospecha alguna de locura, de que el Tribunal Supremo, pese al notable asunto de tan popular resonancia, era casi perfecto.