Descripción
Cnasado de la prepotencia que había alcanzado en su obra la figura de Sherlock Holmes, el que había de convertirse en el más notable detective de la ficción de todos los tiempos, Arthur Conan Doyle decidió en 1893 hacer desaparecer a su personaje, precipitándolo, junto con su antagonista, el profesor Moriarty, a las cataratas de Reichenbach en Austria.