Descripción
Un año antes de su muerte Franz Kafka vivió una experiencia muy insólita. Paseando por el parque Steglitz en Berlín encontró a una niña llorando desconsolada: había perdido su muñeca. Para calmar a la pequeña el autor de La metamorfosis se inventó una peculiar historia: la muñeca no se había perdido se había ido de viaje y él convertido en cartero de muñecas tenía una carta que le llevaría al día siguiente al parque. Aquella noche Franz escribió la primera de las muchas cartas que durante tres semanas entregó a la niña puntualmente narrando las peripecias de la extraordinaria muñeca desde todos los rincones del mundo. Según cuenta Dora Dymant su compañera en aquellos días el estado febril con el que Kafka escribía esas cartas era comparable al de cualquiera de sus inmortales obras.